Desde el 11 de marzo, es decir casi 200 días laborales y unas 1.600 horas en total, para muchos españoles una jornada de teletrabajo se parece a esto: la persona se despierta, mira su móvil, ojea las noticias para saber los últimos avances sobre la covid-19 y es posible que eche un vistazo al WhatsApp y a su correo. Pasa al salón, o a lo mejor no se levanta ni de la cama, enciende el portátil, dirige el ratón a la aplicación Track People y comienza su jornada. Las notificaciones empiezan a sonar y a aparecer en la pantalla.
Todavía no se ha hecho ni el café. “No pasa nada, me lo tomo trabajando”, piensa. Y hace lo mismo para la comida, al día siguiente y al que sigue. En definitiva, ha pasado todo su día enganchado a una pantalla sin una pausa de verdad o sin descansar los ojos, pues elige el móvil, una videollamada con amigos o una serie de Netflix para despejarse un rato.
“Pero eso es matador. Es muy importante tomar pausas y alejar la mirada de la pantalla”, comienza Mar Cabra, periodista y experta en bienestar digital. Sin embargo, otro elemento que ha implementado el teletrabajo y que impide cumplir este ritmo sano, son las reuniones por Teams, Zoom u otras plataformas en auge.
El empleado ya no se levanta de su mesa para ir a otra sala e interactuar cara a cara con su equipo. Todo pasa a través de la pantalla y puede prolongarse la mañana entera sin que el empleado se haya despegado de la silla. “Vas de call en call y no descansas. No hay que ponerse reuniones unas tras otras, pero intentar hacer una pausa entre cada una de ellas”.