GINEBRA.- Tina Turner se instaló en Suiza por amor, siguiendo a mediados de los noventa a su entonces pareja, el productor musical alemán Erwin Bach, y casi veinte años después consiguió la nacionalidad del país en el que además de compartir su vida con el hombre que amaba, encontró confort y un respeto de la privacidad que apreciaba considerablemente.
En 2013 obtuvo la nacionalidad suiza y renunció a la estadounidense, entregando su pasaporte azul a los funcionarios que le dieron la bienvenida como nueva ciudadana helvética, un paso que luego le permitió más fácilmente adquirir propiedades en un país que tiene reglas estrictas en este sentido.
Ese mismo año se casó con Bach -quien también se naturalizó suizo- y se convirtió en la imagen de la principal compañía de telecomunicaciones del país, Swisscom, que convenció a la estrella -de 73 años entonces- de aceptar salir de la discreción con la que había vivido durante casi dos décadas en una localidad acomodada cercana a Zúrich, la capital económica de Suiza.
En una rara entrevista que dio en ese momento al diario Blick, Turner explicaba que aceptó la oferta porque el producto que promocionaba hacía honor a la calidad suiza, pero más allá del aspecto comercial reconocía también que vivía una vida de aislamiento y que le molestaba exponerse públicamente.
Sus comentarios resultaban paradójicos si se considera que estableció un récord Guinness por haber sido la solista que vendió el mayor número de entradas para un solo concierto (180.000), una hazaña que consiguió en el Maracaná de Río de Janeiro en 1988.
Su último concierto fue en 2009 -una vuelta sorpresiva al escenario tras una década de silencio- y probablemente desde entonces trabajaba duro para obtener el pasaporte suizo en su cantón de residencia, Zúrich, para lo cual no sólo debía demostrar conocer las costumbres y la historia local, sino hablar alemán, un idioma que siempre decía seguir aprendiendo.
También cumplía su deber ciudadano votando en los frecuentes referendos a través de los cuales los suizos toman decisiones que deben ser respetadas por las autoridades e instituciones, en un modelo de democracia directa único en el mundo y que la artista parecía apreciar.
De los suizos opinaba que «siempre son puntuales» y que tuvo que acostumbrarse a eso porque la puntualidad no era necesariamente su fuerte, aunque reconocía que tampoco le gustaba esperar a los demás.
«Ahora sé que tengo la puntualidad bajo control… y que tengo el pasaporte rojo», celebraba.
La privacidad era un valor suizo que la artista valoraba mucho, pero también disfrutaba de la naturaleza, del aire fresco y en general «del estilo suizo».
«Mi privacidad es respetada y me siento segura aquí. Muchas celebridades tienen que lidiar con acosadores, pero yo nunca he tenido ese problema en Suiza. Aquí es donde he encontrado la tranquilidad», contaba en la entrevista.
La cantante que vendió 180 millones de álbumes y que ganó 12 premios Grammy a lo largo de casi seis décadas de carrera hacía sus compras en Zúrich, donde aseguraba que prácticamente nadie la reconocía, aunque para ello prefería «hablar poco» y sobre todo no en inglés.
«Como artista uno aprende a brillar, pero también a hacerse invisible», explicaba.
Suiza parecía ser el lugar ideal para Turner, quien consideraba que no necesitaba viajar porque aquí había encontrado no sólo la casa, sino el hogar de sus sueños.
En efecto, de ensueño parece la propiedad que la pareja Turner-Bach adquirió hace un par de años, constituida de varios edificios frente al lago de Zúrich, por una suma estimada en 76 millones de dólares, según una primicia del diario Handelszeitung.
La zona elegida se encuentra no muy lejos de una propiedad comprada en torno a la misma época por el campeón suizo de tenis, Roger Federer.
Bach dijo al medio suizo que habían decidido realizar esa transacción después de obtener la nacionalidad suiza y que utilizarían la propiedad como un «lugar de retiro los fines de semana», una idea perfecta gracias a las comodidades que incluían un piscina, un yate, además de un estanque y un riachuelo.
El afecto de Turner por Suiza y por su localidad eran recíprocos. Para sus 75 años regaló a la comuna de Küsnacht, donde hoy falleció, las guirnaldas de Navidad, y en 2021 la Universidad de Berna le entregó el título Honoris Causa por una obra musical y una vida artística incomparables.