Santo Domingo.- Un día como hoy, en el año 1993, ocurrió en la República Dominicana uno de los asaltos a mano armada más espeluznantes jamás vivido.
Todo tuvo inicio a las 2:00 de la tarde, cuando un hombre enmascarado se atrincheró en el Banco del Progreso de la avenida Independencia, causando consternación en la población dominicana, no tan solo las 12 horas que permaneció el atracador encerrado, sino también en los días posteriores a ese trágico momento que tuvo un desenlace fatal.
El médico cirujano Cristóbal Eliseo Payano Rodríguez fue el autor del vil asalto, quien, con el rostro cubierto con una máscara de payaso, tomó como rehenes a una docena de personas mientras asaltaba el referido banco.
Una de las empleadas, que estaba embarazada en ese momento, fue quien dio la voz de alerta mientras conversaba con la gerente de Recursos Humanos de la sucursal principal, quien era justamente la esposa de Payano, inocente de que su marido era el que cometía tal barbarie.
La policía rodeó el lugar antes de que el asaltante huyera con RD$3,380, un cheque valorado en RD$10,000 y dos anillos en el carro de la gerente de la entidad bancaria, Gilda Suero de Arias.
Durante el tiempo que el hombre de la máscara quedó atrapado en el local con empleadas del banco como rehenes, roció con gasolina diversos puntos y objetos del lugar, y provocó varios incendios para presionar a las autoridades.
Asalto al Banco del Progreso
Desde fuera, los agentes policiales trataban de negociar con el atracador para su entrega.
Pero la confianza en el coronel Mario Peguero Hermida, encargado del Departamento de Homicidios de la Policía Nacional (P.N.) y principal autoridad en el hecho, se desmoronó tras este rescatar a una rehén que Payano había permitido salir para buscar la llave del carro de la gerente, como había acordado con el oficial.
A medida que pasaban las horas, la tensión aumentaba entre los espectadores; especialmente cuando no se pudo observar más, ya que el enmascarado había ordenado que cerraran las cortinas y apagaran las luces.
Distintas figuras estuvieron realizando negociaciones, incluso, el mandatario de la época, Joaquín Balaguer, le ofreció un salvoconducto a Payano para irse del país sin ser juzgado.
Sin embargo, lo que le interesaba era escapar con dos rehenes (más monseñor Arnáiz y Corporán) y un celular abierto para más tarde indicar dónde dejaría a los dos rehenes.
En el hecho murió Celeste Paulino, una de las empleadas del banco, de un disparo en la cabeza, provocado por el asaltante mientras se enfrentaba con agentes policiales.
El desenlace también fue trágico para el médico cirujano y asaltante, quien murió de múltiples disparos realizados por agentes en el lugar. Se cumplía así con el lema de «fuga o muerte», que repetía con frecuencia Payano Rodríguez.