“El Señor de los Cielos”: ¿murió o se escondió para siempre?
REDACCIÓN.- En 1997 Ramón Carillo Fuentes dejó de ser visto. Entró a una cirugía en la ciudad de México y nada más se supo de él. Para algunos fue asesinado y para otros simplemente se ocultó tanto de sus enemigos como de las fuerzas de seguridad que lo buscaban.
A diferencia de su colega el narcotraficante colombiano Pablo Escobar Gaviria, que no vacilaba en mostrarse porque la fama le gustaba tanto como el dinero y el poder, el mexicano Amado Carrillo Fuentes, jefe del poderoso Cártel de Juárez, era un dechado de discreción, al punto que eran pocos quienes conocían su rostro.
Prudente, escurridizo, vivió hasta su supuesta muerte envuelta en un halo de misterio que se prolonga hasta estos días, cuando nadie sabe con seguridad si está vivo o muerto.
Pero, “El Señor de los Cielos”: ¿murió o se escondió para siempre?
La versión oficial dice que perdió la vida a principios de julio de 1997, a consecuencia de una malograda cirugía plástica para cambiar sus facciones, pero en ese punto los rumores se bifurcan: para unos está muerto, pero no por una involuntaria mala praxis sino asesinado por los propios médicos; para otros sigue vivo y su muerte fue un montaje perfecto que le permitió eludir tanto a la agencia antidrogas estadounidense, DEA como a sus enemigos del mundo narco para pasar en paz el resto de su existencia.
Cuando Carrillo Fuentes supuestamente perdió la vida, su socio Pablo Escobar llevaba tres años y medio muerto, cosido a tiros en un tejado luego de ser acorralado en un barrio de Medellín.
Entre el colombiano y el mexicano habían armado la ruta de la droga más importante del continente, con una ajustada distribución de tareas. Escobar producía la cocaína en Colombia y Amado Carrillo la compraba y distribuía en toda América del Norte. Lo lograba utilizando en la mayoría de los casos su poderosa flota de Boeing 727, aviones con capacidad para transportar hasta seis toneladas de droga que aterrizaban impunemente en decenas de aeropuertos con la complicidad de autoridades sobornadas. Según la DEA, en la década de los ‘90 el cártel que lideraba Carrillo ganaba entre 200 y 300 millones de dólares por semana y el 1 por ciento de ese dinero era utilizado para sobornos. Por todo eso, amigos y enemigos lo llamaban “El Señor de los Cielos”.
Luego de la muerte de Escobar, Carrillo se posicionó como uno de los principales proveedores de cocaína del mundo y sobrepasó a su ex socio en poder porque comenzó a controlar todo el proceso narco, desde la producción hasta la distribución.
Sin embargo, en los primeros meses de 1997, “El Señor de los Cielos” se sentía acorralado. Ya no solo debía enfrentar a la DEA y a los tres cárteles que le disputaban el negocio – el del Golfo, el de Sinaloa y el de Tijuana – sino que había perdido a su principal operador, el general José de Jesús Gutiérrez Rebollo, el hombre a cargo de dirigir la lucha contra el narcotráfico en México pero que, en realidad, era su protector a sueldo.
Después de eso, Amado Carrillo Fuentes supo que debía adoptar nuevas medidas si quería conservar todo lo que había conseguido en su largo camino hacia el poder en el mundo del narcotráfico.
El inicio en el negocio
El hombre que llegaría a ser conocido como “El Señor de los Cielos” y también como “El Rey del Oro Blanco, nació en Navolato, Sinaloa, el 17 de diciembre de 1954. Se sabe que era hijo de campesinos, pero que dejó la casa de sus padres en la adolescencia para trabajar a las órdenes de su tío, Ernesto Fonseca Carrillo, alias “Don Neto”, jefe del Cártel de Guadalajara.
Don Neto le vio potencial a su sobrino y al poco tiempo le encomendó la tarea de ser el nexo con sus aliados y también deshacerse, con un grupo de sicarios, de sus enemigos. También lo hizo responsable de los envíos de sus cargamentos de marihuana. En ese momento, el cártel de Guadalajara estaba en buenas relaciones con el de Juárez, liderado por Pablo Acosta, de modo que, poco después, Don Neto envío a Amado a aprender más secretos del negocio al lado de su aliado. Acosta tenía su base de operaciones en Ojinaga, Chihuahua, y Carrillo viajaba desde allí unos trescientos kilómetros hasta Texas, en los Estados Unidos, llevando droga y trayendo dólares.
En uno de sus viajes hacia la frontera, el 11 de junio de 1985, Amado fue detenido en una ruta por la policía. Seguro de sí mismo, sacó y mostró una credencial policial para que lo dejaran seguir pero, por alguna razón, los agentes desconfiaron y lo revisaron. Llevaba mucho dinero y un arma para la cual no tenía permiso de portación. En la oficina del sheriff comprobaron que no tenía antecedentes y le permitieron hacer una llamada. Pocas horas después, el sheriff recibió la orden de liberarlo. El joven Amado Carrillo Fuentes salió así airoso de su única detención, pero a un costo que luego le pesaría. Durante su estadía en la oficina del Sheriff le tomaron las huellas digitales y lo fotografiaron. Ahora las autoridades conocían su identidad y su rostro.
Jefe del Cártel de Juárez
Lo que en un principio iba a ser una suerte de “pasantía” en el Cártel de Juárez para perfeccionar la formación narco de Amado se convirtió en un pase. Por alguna razón, el joven se despidió de su tío y se quedó para trabajar a las órdenes de Pablo Acosta, que ya lo contaba entre los hombres de su mayor confianza.
Nunca quedó claro si Amado traicionó esa confianza o solo aprovechó una casualidad para, dos años más tarde, apoderarse del liderazgo del cártel cuando el ejército mexicano acorraló y mató a Acosta. Según un informe de la DEA, la caída del hombre fuerte del Cártel de Juárez no se debió a su mala suerte ni a una operación de inteligencia militar, sino a la delación de sus dos acólitos de mayor confianza, Rafael Aguilar Guajardo y el propio Amado Carrillo Fuentes.
La versión asegura que, además del dato sobre el paradero de su jefe, los traidores le pagaron un millón de dólares al jefe del operativo para que lo matara en lugar de capturarlo. La jefatura narco quedó a cargo de Aguilar, que no pudo ejercer durante mucho tiempo. Apenas unos meses después de la muerte de Acosta, Amado Carrillo lo asesinó con sus propias manos y tomó el control de la organización.
A las órdenes del “Rey del Oro Blanco”, como se lo comenzó a llamar el Cártel de Juárez creció exponencialmente. Amado Carrillo Fuentes negoció una alianza estratégica con su par del Cártel de Medellín, Pablo Escobar, para la distribución de la cocaína que producía el colombiano. Para llevarla a sus lugares de destino dentro del territorio estadounidense, el nuevo jefe del cártel de Juárez fue comprando sus famosos Boeing 727 y comenzó a repartir sobornos a granel para que pudieran volar y aterrizar con su carga sin ser molestados. Gastaba millones de dólares “adornando” a políticos, guardias fronterizos y militares en México y en los Estados Unidos.
La protección del general
Quien mayor cantidad de dinero recibía de manos del “Señor de los Cielos” era el general José Jesús Gutiérrez Rebollo, el militar que tenía como misión prioritaria del gobierno mexicano acabar con las correrías del propio Carrillo Fuentes. El general tenía fama de eficiente e implacable y se había ganado el respeto de la DEA.
Sus éxitos parecían confirmar su prestigio, pero en realidad la mayoría de sus detenciones tenían que ver con los otros cárteles y con traficantes minoristas que el propio Carrillo Fuentes le entregaba para reforzar su cobertura.
El paraguas protector del jefe mexicano de la lucha contra el narcotráfico se vino abajo en abril de 1997, cuando la DEA descubrió su doble juego. Lo detuvieron, lo juzgaron y fue condenado a 31 años, 10 meses y 15 días de prisión.
La caída de Gutiérrez Rebollo significó un durísimo golpe tanto para la marcha del negocio del cártel como para la seguridad del “Rey de los Cielos”. Para eludir la cacería que se desató inmediatamente contra él, puso miles de kilómetros de distancia con sus perseguidores viajando a Chile con una identidad falsa.
Llegó al aeropuerto de Santiago en un vuelo de línea con un pasaporte a nombre de Jorge Torres y una vez instalado en el país lo cambió por otro que lo identificaba como Jorge Venegas. Con esa identidad compró campos en el sur para, supuestamente, dedicarse a la cría de ganado. En realidad, su plan era seguir dirigiendo el Cártel a distancia.
Aún así, no se sentía seguro. Lamentaba la fotografía que le había tomado la policía en su única detención y creía que con ella podrían identificarlo. Sabía también que la DEA había ofrecido una enorme recompensa por cualquier dato que llevará a capturarlo. Tal vez por eso, a fines de junio de 1997 viajó a México con el pasaporte que lo identificaba como Jorge Venegas para someterse a una operación de cirugía estética que cambiaría de manera radical sus facciones.
¿Una operación fatal?
El 3 de julio entró al Hospital Santa Mónica en la ciudad de México, donde se le practicaba una liposucción y una cirugía plástica de reconstrucción facial.
Llevaba documentos con el nombre de Antonio Flores Montes pero todo indica que los médicos que lo iban a operar sabían que se trataba de un importante líder narco. Al día siguiente ingresó al quirófano para someterse a la intervención, que se prolongó durante cerca de ocho horas.
Según el informe médico, la operación se realizó con éxito, pero pocas horas después el paciente murió de un paro cardíaco. Las causas de la muerte nunca quedaron claras. Según un ex agente de la DEA, el capo narco sobrevivió a la operación, pero un agente norteamericano entró al lugar y le inyecto algo que lo mató. Otra versión dice que lo asesinaron los mismos médicos que lo operaron, comprados por uno de los cárteles enemigos del “Señor de los Cielos”.
El cadáver fue trasladado a Sinaloa y a partir de ese momento comenzó el misterio. Pocos días después, un oficial de inteligencia de la Secretaría de Defensa Nacional le aseguró a la periodista mexicana Anabel Hernández que el cadáver del “Señor de los Cielos” no correspondía al cuerpo enviado al hospital militar para que fuera identificado.
Algunos segundones de Carrillo que estaban detenidos en el momento de su muerte dijeron a los forenses que había dos rasgos distintivos en el cuerpo del capo: un lunar velludo en su espalda y una cicatriz en su nalga. Sin embargo, en los restos mortales que tenían las autoridades esas señas particulares no estaban.
En su libro “La historia secreta del narco: desde Navolato vengo”, el investigador Jorge Alfredo Andrade Bojorges dice que varias fuentes le aseguraron que el narcotraficante no había muerto y que todo fue un montaje. En 1999, el mismo año que publicó su trabajo de investigación, el escritor desapareció en circunstancias que nunca fueron esclarecidas. Sus allegados lo dieron por muerto a los dos años y dijeron que lo habían matado por haber revelado el complot.
¿Quién murió en aquellos primeros días de julio de 1997 en el Hospital Santa Mónica? ¿Fue “El Rey de los Cielos” u otra persona? ¿Murió, lo asesinaron o se trató de un montaje para escapar de la DEA?
Veintisiete años después, el misterio continúa.