Redacción.- Desde el pasado fin de semana, las autoridades de Shanghai estaban en alerta máxima ante lo que denominaron una amenaza, que era el día de Halloween.
Este año tomaron medidas drásticas contra las celebraciones del día de brujas, después de que muchos jóvenes convirtieran las fiestas del año pasado en una inusual válvula de escape pública para la crítica política o social.
Uno de los disfraces visto, fueron de trabajadores que hacen pruebas de Covid, esto a modo de burla de los tres años de confinamientos que acababan de sufrir; se exhibieron en anuncios de empleo ante un mercado laboral débil; se disfrazaron de otro género, aprovechando la oportunidad de expresar sus identidades LGBTQ sin ser estigmatizados.
En aquel momento, muchos en las redes sociales chinas celebraron el jolgorio como una alegre forma de terapia colectiva. El gobierno de Shanghai incluso emitió un comunicado de prensa en el que afirmaba que las celebraciones eran una prueba de la “tolerancia cultural” de la ciudad y de la “sabiduría de sus gestores urbanos”.
“En China faltan festivales dedicados exclusivamente al simple placer de divertirse”, decía. “Halloween ha llenado ese vacío”.
Pero las autoridades se han vuelto cada vez más restrictivas con la expresión personal en los últimos años, incluida la que es aparentemente apolítica. También son recelosas de las multitudes improvisadas, especialmente tras las protestas contra los confinamientos de 2022. Por eso, a pesar de todos sus elogios del año pasado, este año parecían decididas a evitar que se repitiera.
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