REDACCIÓN.- Pablo Escobar, el hombre cuya sola mención evocaba miedo en Colombia y en el mundo, no solo dejó una marca imborrable en la historia del narcotráfico.
Escobar también dejó rastros de una vida privada llena de excentricidades, sobre todo en lo que respecta a su familia.
Posiblemente, uno de los episodios mas perturbadores en los que demostró que para él no existían límites a la hora de ver feliz a la más pequeña de sus hijos, fue cuando Manuela expresó un deseo infantil y fantástico: quería un unicornio.
Escobar ordenó a sus empleados comprar un pequeño caballo blanco para convertirlo en un unicornio, sin pensar en los efectos fatales que esto tendría en el animal. Le incrustaron un cuerno de toro en la frente y le añadieron alas de papel a los costados, creando una versión grotesca del ser mítico que la niña soñaba.
No obstante, el caballo no resistió las heridas e infecciones derivadas de las modificaciones. El animal murió pocos días después, convirtiendo aquel capricho en un símbolo trágico de la vida de excesos y decisiones despiadadas de Escobar, incluso cuando se trataba de su propio círculo íntimo.
Las modificaciones hechas al caballo fueron superficiales y de poco cuidado, un juego de apariencias que ignoraba por completo el bienestar del animal.
La improvisación y falta de sensibilidad llevaron a una consecuencia mortal. Las heridas que le causaron al animal se infectaron rápidamente, generándole un sufrimiento intenso.
Sin el tratamiento adecuado, las infecciones se agravaron, dándole un triste final al pequeño caballo, dejando a la niña sin su “unicornio” y al entorno del narcotraficante colombiano con otra historia macabra de su vida excéntrica.
La viuda de Pablo Escobar asegura que nunca pasó
En 2018, Victoria Henao, viuda de Pablo Escobar, rompió su prolongado silencio y desmintió una historia ampliamente difundida en torno al quinto cumpleaños de su hija Manuela.
En su libro Mi Vida y Mi Cárcel con Pablo Escobar (Editorial Planeta), Henao rechazó la versión que aseguraba que Escobar había transformado a un caballo en un “unicornio” como regalo para su hija, al ordenarle a sus sicarios que le implantaran un cuerno en la frente y le añadieran alas con grapas. Según Henao, esta historia nunca ocurrió y forma parte de un “cuento atroz” que alimentó el imaginario popular, pero que es completamente falso.
Victoria Henao detalló que el cumpleaños de Manuela, celebrado en 1989 en la Hacienda Nápoles, consistió en una breve reunión familiar en la que Escobar le regaló una yegua negra y su cría. Sin embargo, la niña nunca pudo disfrutar de estos animales debido a la constante necesidad de esconderse de las autoridades.
Para reforzar su relato, Henao incluyó en el libro una fotografía de ese día en la que aparece Manuela vestida de blanco, montada sobre una yegua sin ningún cuerno ni alas. La leyenda del “unicornio” fue, en palabras de Henao, una invención que se divulgó con el objetivo de retratar dos aspectos del famoso narcotraficante: su devoción hacia su hija y su despiadada crueldad.
En la memoria colombiana, el “unicornio” de Manuela Escobar ha llegado a simbolizar el extremo de las decisiones de Escobar, ese lado que cruzaba la frontera entre la ternura y la locura, y que lo llevó a actos que difícilmente podían justificarse. Escobar creía que, como padre, su deber era cumplir todos los sueños de sus hijos, aun cuando ello implicara que alguien, o algo, pagara el precio.