REDACCIÓN INTERNACIONAL.- En este pintoresco puerto del Caribe, desde donde los pasajeros de cruceros son llevados a aventuras en la selva del interior de Costa Rica, los lugareños intentan estar en casa al anochecer y la policía efectúa patrullajes con armas de grueso calibre debido a la creciente violencia vinculada al narcotráfico.
Costa Rica registró el año pasado la cifra récord de 657 homicidios, y Limón fue el epicentro, con una tasa de homicidios que es cinco veces la media nacional.
El derramamiento de sangre en un país conocido por su imagen relajada y “pura vida”, y por no tener un ejército, ha causado molestia en la opinión pública, y el gobierno del presidente Rodrigo Chaves trata de dar respuestas.
Costa Rica solía ser únicamente territorio de tránsito de la cocaína enviada al norte por cárteles colombianos y mexicanos, pero las autoridades afirman que ahora es punto de almacenamiento y transbordo de las drogas que grupos delictivos costarricenses envían a Europa.
En Limón, ese cambio en la dinámica delictiva se ha combinado con las crecientes filas de jóvenes desempleados que conforman la mayoría de los fallecidos en las violentas disputas territoriales.