Es que Belén vive principalmente del turismo y siempre que hay un evento que limita el movimiento de la gente –sea por el temor a llegar a una zona en conflicto, o por restricciones de seguridad o inclusive la pandemia de la COVID-19– se siente de inmediato en la ciudad.
«En el corazón seguimos sintiendo la Fe, porque aquí empezó todo, y celebraremos en familia, pero este año no se sentirá la Navidad en Belén como siempre, es una gran tristeza», confiesa a El Debate Elias Alarja, palestino cristiano de Belén, gerente de la Asociación de Hoteles de la ciudad. Cuenta que en Belén hay 75 hoteles con más de 5.000 habitaciones. «Suele haber un 85 % de reservas y a veces más en buenos tiempos. Teníamos todo reservado hasta Semana Santa, pero en cuanto estalló la guerra, numerosos grupos de peregrinos cancelaron. Para la Pascua todavía hay esperanza, pero no sabemos si no habrá cancelaciones».
Es duro imaginar a Belén apagada en Navidad, para quien la conoce de años anteriores llena de vida a esta altura del año. En realidad hace mucho, desde el fin de la pandemia, la situación era de gran movimiento de peregrinos. Eso hace funcionar las ruedas de la economía y da estabilidad. Ahora son muchas las familias con problemas económicos por esta situación. No se trata solamente de los hoteles, sino de los restaurantes y los numerosos negocios de recuerdos típicos cristianos, que no hay quien visite Belén sin llevarse alguno de vuelta a su país.
Elias Arja, además de su responsabilidad general en la industria hotelera de Belén, tiene su propio hotel, uno de los más grandes de la ciudad. «El Bethlehem hotel tiene 220 habitaciones», cuenta. «Los mayores tienen 250. Tengo numerosos empleados, más de 200, les pagué dos meses de salario y luego tuve que decirles que se fueran a casa y que les avisaré cuando podamos volver». El problema, explica, es que cuando todo vuelve a calmarse, es cuando allí se puede empezar a publicitar para atraer peregrinos y turistas.
Dentro de las iglesias, sin embargo, la Navidad no cambia. Los católicos se prepararon como siempre para la Misa de Gallo en la Iglesia de Santa Catarina contigua a la Basílica de la Natividad y los ortodoxos, que celebran el 7 de enero, ya hablan para sus plegarias. Cristianos locales visitarán sin duda la Basílica de la Natividad como siempre. Y las familias se reunirán, cenarán juntas y se desearán lo mejor, como suelen hacer. Pero fuera, el ambiente es otro.
Indudablemente la guerra entre Israel y Hamás –o como suelen decir en Belén «la guerra en Gaza»– es un factor central que causa pesadumbre a todos. Pero no todos osan decir en público lo que cuentan y explican fuera del micrófono, y que deriva en gran medida del hecho que los cristianos, hace mucho tiempo, son una pequeña minoría en Belén.
Elias Zarina, cristiano y ciudadano israelí, cofundador de la Iniciativa de Jerusalén, en cuyo marco realiza proyectos de convivencia y programas destinados a empoderar a los cristianos que desean insertarse exitosamente en Israel, tiene mucho para comentar al respecto.
Él mismo nació en el barrio cristiano de la Ciudad Vieja de Jerusalén, estudió en el colegio Tali Takumi entre Belén y Bayt Jala y tiene aún familia en Belén. De hecho, nació como palestino, pero hoy se siente parte integral de Israel , explicando que ello es resultado de vivencias que tuvo en lo personal y que le enseñaron «la realidad de los cristianos en la sociedad palestina, donde nunca nos verán como iguales».
«No tengo dudas de que muchos cristianos, yo considero que la mayoría, saben bien dónde está el problema y culpan a Hamás de la situación actual, pero no se pueden permitir decirlo abiertamente», afirma a El Debate.
Al mismo tiempo, hay quienes recalcan que el cierre impuesto por Israel que impide libre movimiento entre Belén y Jerusalén, es un elemento central en la angustia actual y la sensación de encierro. Cabe señalar que en tiempos normales, antes de la guerra, el cierre no era como el actual. También ahora entran trabajadores palestinos a Israel y hay casos humanitarios especiales. Pero indudablemente las fronteras no están abiertas como antes y eso incide en el sentir general. Israel recalca que no tiene más remedio que imponer medidas de seguridad.