REDACCIÓN.- En la acelerada y eficaz carrera de las vacunas contra el COVID-19 en el mundo, uno de los últimos grupos incluidos en la vacunación y que generaron polémica mundial fueron los infantes y adolescentes, en especial los muy pequeños, entre los 6 meses y dos años de vida.
En la primera etapa de la pandemia, y aún hasta hoy, existió un agitado debate sobre vacunar o no a los niños contra la COVID, y muchos de los argumentos apuntaban a que el coronavirus se manifiesta de forma leve en la población pediátrica, algo que la evidencia científica comprobó que no es así.
El reciente estudio realizado por investigadores del CONICET y de un grupo de universidades públicas nacionales, analizó las tasas de mortalidad de niños y adolescentes desde los 6 meses hasta los 17 años de edad durante el período 2020-2022 y los cruzó con la tasa de cobertura de inmunización contra la COVID.
Los hallazgos revelaron que las tasas de mortalidad fueron entre 16 y 18 veces más bajas en niños y adolescentes vacunados contra la COVID, en comparación con los no inmunizados.
Disminuir el riesgo de cuadros graves en niños con comorbilidades, proteger a los adultos vulnerables que están en contacto con infantes, y prevenir que nuevos grupos poblacionales se convierten en reservorios del virus, son sólo tres consecuencias severas que la vacunación pediátrica contra el COVID puede evitar.
El debate mundial sobre si hay que inocular o no a los pediátricos sintetiza varias ideas y aún no está saldado, la gran mayoría de los niños y adolescentes que atraviesan la enfermedad lo hacen de manera leve o asintomática.
Son muy pocos los que presentan complicaciones, y es importante tener en cuenta que cuantas más personas de otras edades estén vacunadas, serán los niños y los adolescentes quienes puedan transformarse en reservorios del virus.