Redacción ciencia.- A principios del siglo XX, al analizar la sangre de los corredores que habían hecho la maratón de Boston (EE.UU.), se descubrió que tenían un pico de glóbulos blancos en la sangre. Desde ese día, la ciencia no han dejado de estudiar la relación entre deporte e inflamación.
Ahora, un siglo después, un estudio de la Facultad de Medicina de Harvard (Massachusetts, Estados Unidos), publicado este viernes en Science Immunology, ofrece una explicación molecular a aquella observación.
El estudio, realizado en ratones, sugiere que los efectos beneficiosos del ejercicio se deben, en parte, al sistema inmunitario, ya que la inflamación muscular causada por el esfuerzo moviliza células T antiinflamatorias, o Tregs, que aumentan la capacidad de los músculos para usar la energía como combustible y mejoran la resistencia general al ejercicio.
«El sistema inmunitario, y en particular las células T, tienen una amplia repercusión en la salud de los tejidos que va más allá de la protección contra agentes patógenos y el control del cáncer. Nuestro estudio demuestra que además ejerce potentes efectos en el interior del músculo durante el ejercicio», explica la investigadora principal del estudio, Diane Mathis, catedrática de Inmunología en el Instituto Blavatnik de Harvard.
Aunque los autores subrayan que los ratones no son personas y que los resultados deben reproducirse en otros estudios, creen que el estudio es un paso importante para detallar los cambios celulares y moleculares que se producen durante el ejercicio y mejoran la salud.
Fundamentos moleculares del ejercicio
El ejercicio protege de las enfermedades cardiovasculares, reduce el riesgo de diabetes y protege contra la demencia. Pero, ¿cómo? Esta pregunta ha intrigado a los investigadores durante mucho tiempo.
«Sabemos que el esfuerzo físico provoca inflamación, pero no conocemos del todo los procesos inmunitarios implicados», afirma el primer autor del estudio, Kent Langston, investigador postdoctoral del laboratorio de Mathis.
El ejercicio causa daños temporales en los músculos, desencadenando una cascada de respuestas inflamatorias que fueron analizadas en este estudio.
El equipo observó lo que ocurre en las células extraídas de los músculos de las patas traseras de ratones que corrieron una vez en una cinta y de animales que corrieron con regularidad y las compararon con células musculares de ratones sedentarios.
Las células musculares de los ratones que corrieron en cinta mostraban signos clásicos de inflamación: mayor actividad en genes que regulan diversos procesos metabólicos y niveles más altos de sustancias químicas que promueven la inflamación, incluido el interferón.
Y, tanto si habían corrido en la cinta una sola vez o varias, los ratones presentaban niveles elevados de células Treg en los músculos (reducen la inflamación inducida por el ejercicio).
Nada de esto se observó en los ratones sedentarios.
Sin embargo, el equipo descubrió que los beneficios metabólicos y de rendimiento del ejercicio sólo eran evidentes en los ratones que hacían ejercicio con regularidad.
En ese grupo, las Tregs no sólo redujeron la inflamación y el daño muscular inducidos por el esfuerzo, sino que también alteraron el metabolismo y el rendimiento musculares, según demostraron los experimentos.
El hallazgo concuerda con observaciones en humanos, según las cuales una sola sesión de ejercicio no produce mejoras significativas en el rendimiento y es necesaria una actividad regular y mantenida para lograr beneficios.
Y lo que es más importante, los animales que no tenían Tregs no se adaptaron con el tiempo a las exigencias del ejercicio como lo hicieron los ratones con Tregs intactas y no obtenían los mismos beneficios del ejercicio para todo el cuerpo y su capacidad aeróbica disminuía.