REDACCIÓN.- La ciudad de París está casi lista para acoger a miles de atletas de distintas disciplinas, mientras los fanáticos del deporte cuentan los días para esta edición, es un buen momento para mirar hacia atrás y explorar algunas curiosidades históricas de los Juegos Olímpicos.
Los primeros Juegos Olímpicos modernos se celebraron en 1896 en Atenas, Grecia, donde participaron 241 atletas varones de 14 países diferentes, compitiendo en 10 disciplinas deportivas.
En Olimpia, existían competiciones reservadas a las mujeres, conocidas como los Juegos Hereos, celebrados en honor a la diosa Hera. En estas competiciones, las mujeres corrían con el pelo suelto y vestían una túnica corta.
A diferencia de la actualidad, los antiguos Juegos Olímpicos no eran estrictamente competiciones deportivas e incluían pruebas artísticas acompañadas de elementos musicales. La música podía marcar el ritmo de la prueba o proporcionar un impulso adicional a los participantes.
El lanzamiento de disco, aunque no era la competición principal, era una de las más emblemáticas de los Juegos. Los griegos usaban discos de diverso tamaño, con un peso medio de 2,5 kg, mientras que en 1896 se optó por un disco de 2 kg para la prueba masculina y de 1 kg para la femenina.
Los espectáculos de los Juegos no eran solo competiciones deportivas, sino que también narraban episodios del pasado, como los representados en la Ilíada de Homero. Algunas disciplinas pudieron originarse de los antiguos juegos funerarios.
En los juegos del año 67 d.C., el emperador Nerón participó directamente en la carrera de caballos y resultó vencedor. Aunque algunos especulan que hubo algún tipo de presión hacia sus rivales para asegurar su victoria, esto no está confirmado.
Los vencedores de los Juegos Olímpicos recibían varios premios, siendo la corona de olivo uno de especial valor simbólico. Además, tras una ceremonia de coronación, se llevaba a cabo un sacrificio en honor al dios Zeus, seguido por un gran banquete.
Los espectadores seguían los juegos con gran pasión y expresaban su euforia, especialmente cuando se proclamaban los vencedores. Los fanáticos gritaban lo que actualmente se traduce como «¡Oh, vencedor magnífico, salve!», para después cantar el himno oficial de los vencedores compuesto por Arquíloco.
El primer campeón olímpico “español” fue Minicius, un ciudadano romano de Barcino (actual Barcelona), que ganó la carrera de carros en los Juegos de Olimpia en el año 129 d.C. Minicius fue admitido en el Senado de Roma y ganó como financiador del carro victorioso.
Las pinturas de vasijas muestran a los lanzadores de disco en varias posiciones, indicando una técnica compleja que ha sido objeto de estudio. El Discóbolo de Mirón, una escultura famosa, representa el momento justo en el que el atleta inicia el gesto de lanzamiento. Las posiciones destacan el equilibrio y el movimiento del cuerpo.