El 12 de mayo, Finlandia anunció si solicitaba el ingreso en la OTAN, y el 15 de mayo lo ha hecho Suecia. Desde 1949, la alianza se ha ampliado varias veces, pasando de 12 a 30 miembros.
¿Seguirá la OTAN expandiéndose? El presidente finlandés hizo pública el jueves su posición personal sobre la pertenencia de su país a la alianza. El Partido Socialdemócrata Sueco también anunció su decisión el domingo. Fundada en 1949, la organización ha sufrido ya varias oleadas de ampliación.
La OTAN se creó cuando la Unión Soviética impuso un bloqueo a Berlín. Los aliados occidentales trataron de organizarse para responder a la amenaza estratégica que suponía la URSS en aquel momento. La Alianza Atlántica estaba formada por 12 miembros fundadores: Bélgica, Canadá, Dinamarca, Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, Reino Unido, Portugal y Estados Unidos.
En 1952, Grecia y Turquía se unieron a la Alianza, seguidas por Alemania Occidental en 1955. Luego, durante casi treinta años, la OTAN no acogió a ningún nuevo miembro. No fue hasta 1982 cuando España se unió a la organización.
Después, la ampliación de la OTAN se aceleró bruscamente con la caída del Muro de Berlín y, tras él, del bloque del Este. Los territorios de Alemania Oriental se integraron en octubre de 1990. En 1999 le siguieron la República Checa, Hungría y Polonia, todos ellos antiguos Estados satélites de la antigua URSS.
Desde entonces, la OTAN, con Estados Unidos a la cabeza, ha seguido una política de puertas abiertas. De hecho, en 2004, los países bálticos -Estonia, Letonia y Lituania-, Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia siguieron su ejemplo. Estos países también son antiguos miembros del bloque del Este. Croacia y Albania se unieron a la alianza en 2009. Por último, Macedonia del Norte, que formaba parte de la Yugoslavia comunista pero no alineada, entra en la OTAN en 2020. Hoy sabemos que Ucrania, Georgia y Bosnia-Herzegovina han expresado su deseo de unirse a la organización.
Además, en esta política de apertura, la OTAN afirma respetar el derecho de cada país a elegir sus propios acuerdos de seguridad. Es sobre todo en torno a esta cuestión donde cristalizan las tensiones entre los rusos y Occidente. Los rusos exigen la neutralidad de Ucrania, mientras que Occidente dice que se niega a permitir que se dicten las alianzas militares de un país.
Para ingresar en la OTAN, un país debe respetar los valores del tratado fundacional y cumplir ciertos criterios políticos (democracia), económicos (economía de mercado) y militares. A la lectura de sus condiciones de adhesión, la OTAN parece ser mucho más que una alianza militar. De hecho, es una verdadera organización política que la propaganda rusa ha convertido en uno de los motivos de la invasión de Ucrania.
Ahora bien, la inclusión de los países del antiguo bloque del Este también plantea dudas sobre la conveniencia de ampliar la alianza. ¿No es un gran error de la política estadounidense posterior a la Guerra Fría? Parece que la expansión de la OTAN ha contribuido a impedir el desarrollo de la democracia en Rusia, alimentando las tendencias nacionalistas, antioccidentales y militaristas de su sociedad.
Por su parte, el Kremlin, que pisoteó el derecho internacional al invadir Ucrania, considera la expansión de la OTAN como una humillación. Sin embargo, es imposible saber si este sentimiento constituye el motor de la acción de Rusia o simplemente una herramienta de legitimación.
En este contexto, Finlandia y Suecia están tomando decisiones cruciales sobre sus posibles candidaturas a la OTAN. Los dos países nórdicos se encuentran a las puertas de la alianza militar occidental, en busca de su paraguas de seguridad contra la amenaza rusa.
Aunque Estocolmo se muestre más reticente que Helsinki, Suecia solicitará su adhesión y probablemente lo hará junto con su vecino. Sorprendida por la rápida actuación de Finlandia, Suecia -acostumbrada a sopesar largamente los pros y los contras- también tiene interés en pronunciarse, ya que el Ejército ruso tiene dificultades en el frente ucraniano.
La adhesión de Finlandia también duplicaría la frontera terrestre de la OTAN con Rusia, hasta unos 2.600 kilómetros. En las últimas semanas, las repetidas advertencias de Moscú sobre las consecuencias políticas y militares de la adhesión, incluida la posibilidad de enviar refuerzos nucleares al mar Báltico, han tendido a reforzar la determinación sueco-finlandesa.
Dicho esto, Vladimir Putin todavía puede esperar a ver la bandera de la OTAN ondear sobre Helsinki y Estocolmo. Aunque la candidatura oficial de los dos países parece haber sido aceptada, es probable que la ampliación de la OTAN tarde varios meses en concretarse: Croacia ya ha amenazado con vetarla. El hombre fuerte de Moscú parece tener cierto apoyo europeo, pero ¿por cuánto tiempo y a qué precio (del gas)?
Fuente: *Profesor Titular de Derecho Constitucional y Ciencias Políticas y coordinador del Grado de Relaciones Internacionales en la Universidad Europea de Valencia