WASHINGTON.- El telescopio James Webb, el mayor lanzado al espacio, inicia este miércoles su segundo año de operaciones científicas con el reto de seguir mirando al universo más lejano para detectar las primeras galaxias y estrellas así como planetas similares a la Tierra.
El 12 de julio de 2022 facilitó su primera imagen y con la difundida en este primer aniversario, de una pequeña región de formación de estrellas en el complejo de nubes Rho Ophiuchi, cierra un exitoso primer ciclo tras el que, según explica a EFE el astrónomo Néstor Espinoza, del Instituto de Ciencias del Telescopio, se esperan «muchas más sorpresas».
Ese instituto, ubicado en Baltimore (EE.UU.), alberga el centro de operaciones de la misión Webb, un programa conjunto de las agencias espaciales de EE.UU. (NASA), Europa (ESA) y Canadá (CSA) con el que la comunidad científica ha abierto una nueva era en la exploración astronómica.
«Hoy en día es la punta de la tecnología que nosotros conocemos. Detrás del telescopio hay un montón de personas de distintas partes del mundo, con diversidad de opiniones, de ‘background‘, de nacionalidades y de formas de ver la vida. Es una voz de esperanza tremenda para lo que el ser humano puede hacer», añade el experto.
El James Webb fue lanzado el 25 de diciembre de 2021 y está ubicado a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra.
Y todo en los datos que facilita es superlativo: el 6 de julio, por ejemplo, se informó de que detectó el agujero negro supermasivo activo más distante de la Tierra, en el centro de la galaxia CEERS, que existió 570 millones de años después del Big Bang.
«Nos permite mirar al pasado y entender toda la evolución del universo. Nos podrá hacer entender atmósferas de planetas que se parezcan a la Tierra, pero es muy difícil que detecte vida allá fuera», recalca Espinoza.
El conocimiento ajeno facilita el propio: «Nos hace entender qué tan dóciles o resistentes son atmósferas de planetas allá afuera, y eso nos ayuda a entender un montón la química de nuestra propia atmósfera. Si encontramos que por ejemplo las de planetas rocosos son muy fáciles de evaporar, de eliminar, eso nos hace ver que tenemos que tener mucho cuidado con la que tenemos».
Su foco científico está asentado en el estudio del universo primitivo, la evolución de las galaxias, el ciclo de vida de las estrellas y la existencia, y composición, de otros mundos.
Su rango de ciencia, según el astrónomo, «es realmente impresionante». «Hablamos de detecciones de las primeras estrellas y galaxias, del estudio detallado de planetas rocosos muy similares a la Tierra que orbitan otros sistemas solares».
Y lo hace gracias a una extraordinaria sensibilidad infrarroja, que en combinación con otros telescopios, como el Hubble, facilita que se tenga «una visión panorámica del objeto astronómico en el universo», con un nivel de detalle sin precedentes.
El administrador de la NASA, Bill Nelson, afirmó este miércoles que «cada nueva imagen es un nuevo descubrimiento que permite a los científicos de todo el mundo hacer y responder preguntas que antes no podrían soñar».
Para ir más allá, no obstante, es necesario dar «un salto» en la tecnología, en opinión del astrónomo chileno. Al Webb se le dio en un principio una vida útil de 5 años, «pero puede durar 10 años o más».
La NASA prepara ya el lanzamiento del Habitable Worlds Observatory (Observatorio de Mundos Habitables), cuyo lanzamiento se espera para el año 2040 y que actualmente está en fase de estudio. «
Ya estamos pensando en el futuro», concluye el astrónomo subrayando que, también ahí, será necesaria la cooperación internacional.