SANTO DOMINGO, RD.- Parecería que los huérfanos de feminicidios son invisibles ante los ojos del Estado dominicano que tímidamente se ofrece a prestarles asistencia.
Pero el techo, comida, el acceso a la salud y la continuación de la escolaridad siguen quedando a merced de la caridad de familiares y allegados.
A los huérfanos de feminicidios solo les queda como herencia aprender de golpe a vivir sin padres, sin tratamiento psicológico y sin sustento.
A Sixta del Villar de 44 años, la ultimó su ex pareja Juan Carlos Correa, el lunes 17 de junio cuando salía de la iglesia en Tierra Santa de Villa Altagracia.
Ayer fue su novenario y sin herramientas emocionales para enfrentar la orfandad, sus 4 buscan recomponerse.
En la casa los muebles regresaron a su lugar y en la galería volvió a colocarse la silla en la que tomaba café con sus muchachas al caer la tarde. El único consuelo de estas hermanas es que el verdugo de su madre ya está preso.
Aunque la familia no quiere desmembrarse por la tragedia, los recuerdos en el hogar movieron al más pequeño de los hermanos a irse una temporada con su padre.
A dos semanas del suceso no ha recibido apoyo de ninguna de las instituciones que confluyen el programa de asistencia a huérfanos de feminicidios bajo la coordinación del Ministerio de la Mujer.
Este programa también está bajo la responsabilidad de la Vicepresidencia de la República, el Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI), la Procuraduría General de la República y los Ministerios de Salud Pública y Educación, pero se desconoce la cantidad de hijos de víctimas que son acogidos.
En el primer semestre de este año se contabilizan al menos 30 feminicidios.
Sin embargo aún no se ha establecido la cantidad de niños que quedaron huérfanos, y que ahora se suman a los 385 que en los últimos cinco años perdieron uno o ambos padres.