REDACCIÓN SALUD.- El aumento de la obesidad en el mundo continúa siendo un tema de preocupación para los sistemas sanitarios y se considera una de las principales causas de las enfermedades no transmisibles como el cáncer, afecciones cardiovasculares o respiratorias y diabetes.
La obesidad se define como el índice de masa corporal (IMC) superior a 30 kg/m2 y pasa a ser mórbida cuando supera los 40 Kg/m2. Datos publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que la obesidad entre los adultos se ha más que duplicado desde 1990, y se ha cuadruplicado entre los niños y adolescentes.
Desde hace algunos años, las investigaciones farmacológicas se han orientado a encontrar fórmulas que contribuyan al control del peso, a través de tratamientos indicados para aquellos pacientes que no logran bajar de peso una vez que han cambiado sus hábitos de alimentación y ejercicio. Los criterios para la aprobación de estos fármacos por parte de la FDA y la EMA se consideran exigentes, ya que contemplan la obtención de resultados significativos y de largo plazo, mejoría en lípidos, glicemia, función cardiaca, circunferencia abdominal y prevención de re ganancia.
Abordaje integral de la obesidad
Una visión holística de la obesidad es fundamental para poder tratar la enfermedad de una manera integral. Victoria Brenes, Directora Ejecutiva de Fedefarma, indica que, aunque la terapia con fármacos para el control del peso es una realidad, siempre la prevención será la manera más eficiente de evitar problemas de salud. “La investigación de nuevos fármacos requiere de muchos años de investigación, mientras que la obesidad crece de forma acelerada al punto de ser considerada una epidemia. Es necesario considerar la importancia de tener hábitos saludables desde los primeros años de vida e integrar la prevención y control de la obesidad en la atención primaria de los servicios sanitarios”.
La probabilidad de desarrollar obesidad por genética es del 40% al 70%. La falta de sueño, trastornos mentales, medicamentos o la falta de acceso a profesionales sanitarios son parte de las raíces asociadas a esta enfermedad.
Mauricio Barahona Cruz, médico especialista en nutriología clínica, insiste en la necesidad de hacer un abordaje integral de la obesidad como enfermedad. “La obesidad es una enfermedad de origen multifactorial. Están descritas más de 100 causas de obesidad y más de 1.000 interacciones entre ellas, entre las que se cuentan factores metabólicos de la persona, el entorno, el ambiente, los hábitos, entre otras. Es por eso que se aborda de forma individual, para valorar las condiciones de cada persona” indicó.
De acuerdo con Barahona, las moléculas más recientes aprobadas por la FDA tienen efectos en el control del hambre, de la ansiedad y la absorción de grasa. Su uso es cada vez más frecuente para el manejo de la obesidad, especialmente cuando existen enfermedades asociadas. No obstante, el doctor insistió en que los medicamentos nunca serán un reemplazo de los hábitos saludables.
¿Qué acciones se pueden tomar para reducir la obesidad?
El impacto económico del sobrepeso y la obesidad, sin acción, costarán a la economía global más de $4 billones en ingresos potenciales al 2035. Existe desde el 2022 un Plan Mundial de la OMS para frenar la obesidad con medidas que pueden adoptar los países, tales como:
- Fomentar las prácticas saludables desde el primer día de vida y la lactancia materna.
- Legislación sobre las prácticas perjudiciales de comercialización de alimentos y bebidas.
- Políticas aplicables a la alimentación y la nutrición en las escuelas que incluyan, iniciativas para regular la venta de productos ricos en grasas, sal y azúcares.
- Políticas para fomentar la alimentación saludable.
- Políticas sobre el etiquetado nutricional.
- Campañas de sensibilización y formación para la población relativas al ejercicio y la alimentación saludable y al trato respetuoso a los pacientes con obesidad.
En el plano individual, las personas pueden optar por:
- Limitar la ingesta de grasa total y de azúcares.
- Aumentar el consumo de frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y frutos secos.
- Realizar una actividad física periódica (60 minutos diarios para los jóvenes y 150 minutos semanales para los adultos).
Estas acciones deben ir acompañadas de un entorno que permita el acceso a alimentación saludable y a espacios y entornos adecuados para ejercitarse periódicamente.