REDACCIÓN INTERNACIONAL.- Alguna vez casi impenetrable para los migrantes que se dirigen al norte desde Latinoamérica, la jungla entre Colombia y Panamá se convirtió este año en una ruta rápida pero peligrosa para cientos de miles de personas de todo el mundo.
Motivados por crisis económicas, represión gubernamental y violencia, migrantes desde China hasta Haití deciden arriesgarse a pasar tres días entre lodo profundo, ríos caudalosos y bandidos. Lugareños emprendedores ofrecen guías y porteadores, instalan campamentos y venden suministros a los migrantes, utilizando pulseras codificadas por colores para saber quién había pagado qué.
Habilitados por las redes sociales y el crimen organizado colombiano, más de 506,000 migrantes casi dos tercios venezolanos habían cruzado la selva del Darién para mediados de diciembre, el doble de los 248,000 que establecieron un récord el año pasado. Antes de eso, el récord fue de apenas 30.000 en 2016.
Dana Graber Ladek, directora en México de la Organización Internacional para las Migraciones de las Naciones Unidas, dijo que los flujos de migración a través de la región este año fueron “números históricos que nunca habíamos visto”.
El número de emigrantes que cruzan el Mediterráneo o el Atlántico en embarcaciones pequeñas para llegar a Europa ha aumentado este año. En 2023, se registraron más de 250.000 llegadas irregulares, según la Comisión Europea.
Aunque la cifra representa un aumento significativo respecto de los últimos años, aún está muy por debajo de los niveles observados en la crisis de refugiados de 2015, cuando más de 1 millón de personas llegaron a Europa, la mayoría para huir de guerras en Siria, Irak y otros lugares. Aun así, el aumento ha alimentado el sentimiento antiinmigrante y ha sentado las bases para una legislación más estricta.
A principios de este mes, el gobierno británico anunció nuevas y severas normas de inmigración destinadas a reducir en cientos de miles el número de personas que pueden mudarse a Gran Bretaña cada año. La inmigración autorizada a Gran Bretaña estableció un récord en 2022 de casi 750,000.