REDACCIÓN.- Olor a café, tabaco, alcantarilla, gases de escape… Estos olores cotidianos están por todas partes a nuestro alrededor. Pueden percibirse como placenteros o nauseabundos, según criterios propios de cada persona.
Dependiendo de la edad, género, sensibilidad, cultura o incluso experiencias personales, las percepciones olfativas pueden variar y evolucionar con el tiempo… un mismo olor puede verbalizar mediante varios adjetivos evocadores muy diferentes según el olfato.
Los receptores olfativos ubicados en la cavidad nasal no distinguen entre moléculas químicas “buenas” por un lado, y “malas” por el otro.
Todo ocurre a nivel del cerebro, y más particularmente en la amígdala (que evaluará la valencia emocional positiva o negativa de los estímulos sensoriales) y el hipocampo (implicado en la memoria y los recuerdos).
Atmo Normandie (asociación encargada de controlar la calidad del aire en la región, en Francia) organiza el “minuto internacional de los olores” el 10 de junio.
Exactamente, a las 10:06 a. m., invitan a sacar la nariz afuera y luego notar el primer olor que notan en un tablero de Bristol.
Recogen y analizan descripciones de los cuatro rincones de Francia e incluso del mundo entero. Suficiente para ilustrar la subjetividad de las percepciones y las diferencias lingüísticas en la forma en que se describen los olores.
¿Por qué algunos olores huelen mal?
Otras razones, más culturales, también pueden explicar por qué un olor se percibe como “malo”:
Educación: se aprende universalmente que el olor de las heces y la orina es “malo” desde una edad temprana, mientras que se enseña que el olor de las flores es un olor “bueno”.
El reflejo ancestral que nos ha sido transmitido es el de tener una mayor sensibilidad a los olores que podrían suponer un peligro y ser “malos” para la salud humana (comida podrida, moho, patógenos, etc.).
Malestar fisiológico: ciertos olores pueden estar asociados con malestar físico que aumenta con la intensidad y/o concentración o naturaleza irritante de la molécula química. Este es por ejemplo el caso del ácido acético, que da su olor al vinagre, que resulta irritante en altas concentraciones.
Familiaridad: un olor común generalmente se percibirá de forma más positiva que un olor desconocido. Por ejemplo, el ácido isovalérico puede ser percibido positivamente por un aficionado al queso de cabra, del que forma parte, mientras que también se encuentra en el olor del sudor de los pies, y es “un olor universalmente reconocido como desagradable en todo el mundo”.
Por último, no debemos descuidar el contexto, que juega un papel muy importante en nuestra apreciación positiva o negativa de los olores, por ejemplo según la hora del día.
El olor a comida frita, por ejemplo, es desagradable si lo notas temprano en la mañana al levantarte de la cama, pero se vuelve apetecible a las 11:59 cuando el hambre comienza a hacerse sentir.
El “mal” olor, cuando se vuelve molesto, se considera entonces una molestia. Existen diferentes dimensiones relacionadas con este malestar:
Con qué frecuencia aparece el olor en el transcurso de un día o año,
La duración, persistencia o carácter fugaz del olor,
La ubicación del olor, las áreas geográficas que se ven afectadas,
La intensidad, en relación con la concentración del olor y el carácter hedónico, que acabamos de explicar.
Formar expertos en molestias olfativas
La subjetividad de las percepciones en la apreciación de los olores es un obstáculo para la investigación sobre el análisis de las molestias olorosas. Esto no es solamente un problema para su adecuada comprensión, sino también para reducir molestias o anticiparse a ellas. Por tanto, el uso de paneles de evaluadores humanos es esencial para complementar los enfoques instrumentales.