REDACCIÓN: La envidia es uno de los sentimientos más antipáticos y negados de todas las emociones que habitualmente sienten los seres humanos, quizás porque se trata de un sentimiento que puede ser mezquino.
Si bien es un sentimiento que “carcome” por dentro, es difícil de ocultar.
Según Khalil Gibrán, poeta y filósofo libanés, “el silencio del envidioso está lleno de ruidos”. Dicho de otro modo, este es el único sentimiento que permite visualizar lo que no se tiene, lo que falta, y, por lo tanto, provoca malestar.
Para trabajar positivamente la envidia hay 5 factores que te pueden ayudar, tales como:
1. Usar la envidia como motivación: Cuando estamos en sintonía y dispuestos a aceptar la incomodidad que trae, la envidia nos puede apuntar hacia nuestros valores y objetivos y motivarnos a tomar medidas”.
2. Interrumpir la envidia con gratitud. “La gratitud no se trata de ignorar lo que deseamos, sino de elegir enfocarnos en las cosas que tenemos, que nos brindan valor o alegría”, expresó Kirmayer.
3. Favorecer la confianza en uno mismo. Interpretar el progreso personal mediante la comparación con las propias competencias y habilidades, no con las de los demás.
4. Valorar correctamente la propia capacidad, sin infravalorarse ni sobrevalorarse.
5. Centrar la atención en los aspectos más positivos de la realidad, no siempre en los negativos.
Consejos para superar la envidia y evitar el malestar
En primer lugar, los especialistas dicen que hay que reconocer la envidia y aceptarla como señal de un deseo insatisfecho.
Esto es darle una funcionalidad positiva. La siguiente instancia será reflexionar sobre la razón por la cual no se ha alcanzado ese deseo en particular y por último identificar los recursos que se necesitan para hacerlo.
La doctora Tripcevich Piovano instó a superar la envidia a través de la esperanza: “Es un malestar inicial, pues nos muestra la falta, eso de lo que carecemos y dependerá de nosotros conseguirlo.
Lo que sucede es que experimentar envidia nos produce sentimientos de culpa, nos sentimos ‘malos’ pues está condenada por la tradición religiosa, como antes sucedía con la sexualidad. No debemos olvidar que figura como un pecado capital y, por lo tanto, obtura, dificulta y condena el ambicionar. Todo esto es elaborable”.