REDACCIÓN- El neurocientífico Andrew Newberg, director de investigaciones del Instituto Marcus de Medicina Integral de la Universidad Thomas Jefferson, en EE.UU., se ha dedicado a estudiar los efectos de la oración y otras prácticas religiosas en el bienestar mental de sus pacientes.
A través de resonancias magnéticas, su equipo ha sido capaz de ver las áreas del cerebro que se activan en una persona que está en rezando.
“Una manera común de rezar es cuando una persona repite una oración específica una y otra vez como parte de su práctica. Y cuando uno lleva a cabo una acción así, una de las áreas del cerebro que se activa es el lóbulo frontal”, explicó el experto.
El lóbulo frontal del cerebro es el que tiende a activarse cuando nos concentramos profundamente en una actividad.
“Cuando la persona siente que la oración se está casi apoderando de ella, por decirlo de alguna manera, la actividad del lóbulo frontal de hecho desciende. Esto ocurre cuando el individuo reporta sentir que no son ellos los que están generando la experiencia, sino que es una experiencia foránea que les está ocurriendo”, dijo el investigador.
La oración profunda, según ha encontrado Newberg, también genera una reducción en la actividad en el lóbulo parietal, más hacia la parte trasera del cerebro. Esta área recibe la información sensorial del cuerpo y nos crea una representación visual de él.