REDACCIÓN SALUD.- Hay pocas cosas más traumatizantes que la primera vez que oyes a tu angelito decir una palabrota.
Quizás al principio pienses que lo has entendido mal, que igual quería decir comer en vez de joder y se le ha trabado la lengua.
Pero luego piensas: “No, ¿a quién quiero engañar? Lo ha dicho bien clarito”. Además, lo ha dicho con el tono de voz y el énfasis con el que se dice esa palabrota. Pero ¿dónde lo habrá aprendido? ¿Aquella vez que os pilló un atasco en la ciudad y se te escapó? ¿O la última vez que tu pareja se tropezó con la esquina de una mesa?
Hay tantas posibilidades… “Ya está”, piensas. “He despertado al monstruo”.
Dada la frecuencia con la que se usan las palabrotas en la sociedad, no es raro que los niños se empapen de lo que escuchan y pronuncien algún improperio. A veces es sin querer, otras veces es deliberado, pero será tu forma de reaccionar la que determinará si lo adoptan como hábito o no.
A continuación podrás leer los consejos de psicólogos y expertos en comportamiento infantil sobre cómo abordar las palabrotas en función de la edad de tu hijo.
Si tu hijo va a la guardería y ya dice palabrotas
Tienes que dar por hecho que probablemente has soltado alguna palabrota en algún momento y que tu pequeño ha oído esa palabra, ha decidido que le gusta cómo suena y la ha repetido, posiblemente más de una vez.
En primer lugar, no te fustigues, recomienda Amanda Macdonald, miembro de la Asociación Británica de Asesoramiento y Psicoterapia. “Para un niño forma parte de la vida escuchar palabras que no siempre son agradables”.
Si le oyes decir palabrotas, los psicólogos coinciden en que lo mejor es no reaccionar, porque cualquier reacción, ya sea positiva (en forma de risa) o negativa (en forma de riña), puede hacer que tu hijo se dé cuenta de que es una forma de llamar la atención, lo que significa que probablemente lo volverá a hacer cuando lo necesite.
“Lo que hacen a esas edades es aprender las palabras que les rodean y repetir lo que oyen”, explica Chris Boobier, asesor de padres y miembro de Counselling Directory. “No entienden qué significa, por lo que no están haciendo nada malo ni tienen ninguna intención”.
“Si eres capaz de mantener la cara seria, no reaccionar, no reírte ni mostrar frustración o enfado y seguir como si nada, lo más probable es que tu hijo no vuelva a decirlo si no sigue oyendo esa palabrota”.
Si no se trata de un caso aislado y resulta que un familiar sigue diciendo palabrotas y tu hijo lo está imitando continuamente, deberías hablar con ese familiar antes de hacer nada, añade Macdonald. Después, podrás hablar con tu hijo y explicarle con delicadeza y en términos muy sencillos que no es una buena palabra y que la persona que la dice está cometiendo un error.
Si tu hijo en edad escolar dice palabrotas
Cuando tu hijo crezca y empiece a ir al colegio y a tener grupos de amigos, es probable que empiece a oír palabrotas de otros niños, de sus hermanos mayores y de los niños mayores con los que comparte patio de recreo.
Es posible que llegue a casa y repita lo que ha oído. Si esto ocurre, los psicólogos recomiendan que le expliques a tu hijo con calma por qué no está bien decir esas palabras. A veces, puedes explicarle qué significan, pero de una forma adecuada a su edad, y comentarle lo groseras, insultantes o hirientes que pueden ser para otras personas.
Puedes explicarle que las palabrotas no son bien vistas por los profesores y las personas en otros entornos sociales, y que ni siquiera los adultos deberían decirlas.
En este caso, deberías sentir cierta curiosidad por saber qué es lo que tu hijo está intentando comunicar. ¿Está enfadado? ¿Está aburrido? ¿Frustrado? ¿O simplemente intenta ser gracioso? Una vez que hayas identificado el motivo, intenta enseñarle una palabra diferente para que la use en ese contexto. “Puedes enseñarle en otras palabras divertidas que la sustituyan, como jopé o miércoles”, recomienda la psicóloga escolar y familiar LJ Jones.
“Recuerda que los niños aprenden estas palabras y las utilizan para intentar comunicarse: no intentan ser maleducados o hirientes, solo están desarrollando sus habilidades verbales y la imitación es una parte importante de este desarrollo”.
“Tanto si te parece gracioso como si te asusta, es fundamental no reaccionar de forma exagerada”.
Si tu hijo adolescente suelta una palabrota en cada frase
Cuando se trata de adolescentes, las cosas pueden ser un poco más complicadas: decir palabrotas se convierte en una forma de sentirse guay y de presumir delante de sus amigos. “Los adolescentes quieren reafirmar su independencia, pero también pueden sufrir muchas presiones por el instituto, sus amigos y su propia identidad”, dice Macdonald. “En estos casos, decir palabrotas para desahogarse puede ayudar”.
No obstante, hay que poner límites. El objetivo, según Macdonald, es hacerle entender a tu hijo adolescente en un momento de calma por qué no está bien que diga palabrotas.
“No olvides que tu hijo es un ser humano, y que decir palabrotas es una forma de comunicar cómo se siente, así que no hay que cerrarle la boca, sino dejar que se abra”, explica.
“Dale espacio para que escuche por qué a ti no te parece bien oírle decir palabrotas, pero también tú escucha qué fue lo que le hizo decir palabrotas”.
No va a ser música para tus oídos, pero va a ser difícil (o imposible) evitar que tu hijo adolescente diga palabrotas. “Lo que puedes hacer es, como mínimo, enseñarle por qué es importante que sepa comportarse de forma adecuada y respetuosa en público y explicarle cómo esperas que hable bajo tu techo”.
Exigir que un adolescente deje de decir palabrotas probablemente no funcione y, de hecho, puede hacer que se ponga a la defensiva o se rebele aún más, comenta Jones.
Un enfoque positivo sería establecer normas en tu casa de una forma más divertida, como crear un ‘bote de palabrotas’ o una ‘habitación sin palabrotas’, o incluso pensar en otros incentivos”, añade.
Si también tú dices muchas palabrotas, no puedes esperar que tu hijo adolescente hable siempre de forma correcta.
“Los adolescentes piensan que los padres y otros adultos no predican con el ejemplo”, añade Jones, “por lo que puede ser útil que los propios padres se comprometan primero a cuidar su uso del lenguaje”.