Kabul.- Cien días después de los devastadores terremotos que destruyeron vastas zonas del oeste de Afganistán y mataron a más de 1.400 personas, el poblado de Zindah Jan, epicentro de la tragedia, es casi el mismo que un día después de la catástrofe, sin recursos y castigado por el aislamiento internacional, mientras que las escuelas, hospitales y viviendas siguen siendo sólo escombros.
Esto después de más de tres meses desde el 7 de octubre, cuando dos terremotos de magnitud 6,3 y las sucesivas réplicas destruyeron cerca del 90 % de las viviendas de la localidad. Cada noche, desde entonces, la mayor parte de las familias todavía viven en tiendas de campaña o duermen al aire libre.
Sólo el clima ha cambiado. Afganistán atraviesa un gélido invierno que hace todavía más dura la vida de los habitantes de la provincia de Herat, la más afectada por los seísmos.
«Allí han sido destruidas 21.500 casas. La mayoría de la gente recibió las tiendas de campaña, pero la temperatura cae bajo cero por la noche, vivir en las tiendas es muy difícil y causa enfermedades respiratorias, especialmente a los niños», explicó a EFE desde la zona cero del terremoto el jefe de comunicación de Unicef, Daniel Timme.
De acuerdo con Unicef, más de 96.000 niños siguen siendo víctimas de las consecuencias de la catástrofe.
Deterioro de salud de niños y mujeres
El balance oficial es de 1.480 muertos y casi 2.000 heridos. Cerca del 90 % eran mujeres o niños, en buena medida porque la mayoría de las mujeres estaban encerradas en las viviendas producto de las duras normas del Gobierno de los talibanes.
Los medios de vida se extinguieron y los cultivos quedaron destruidos.
Todavía el 78 % de los centros médicos en la zona siguen en ruinas, «y esto es evidentemente un problema, sobre todo porque la situación sanitaria en estos momentos es extremadamente vulnerable», agregó el portavoz de Unicef.
Un informe de la agencia de la Naciones Unidas publicado este lunes asegura que los organismos humanitarios continúa transportando agua potable en camiones cisterna a casi 19.000 personas.
«La atmósfera en estas aldeas está llena de sufrimiento después de los terremotos (…) cuando las familias lo perdieron absolutamente todo. Los niños todavía están tratando de afrontar la pérdida y el trauma. Las escuelas y los centros de salud, de los que dependen los niños, sufrieron daños irreparables o están completamente destruidos”, señaló en el escrito el representante de Unicef en Afganistán, Fran Equiza.
Ahora mismo «el invierno se ha apoderado de nosotros y las temperaturas rondan los cero grados. Los niños y las familias sin hogar viven por la noche en condiciones peligrosas, sin forma de calentar sus refugios temporales”, relató.
La desnutrición también supone un severo problema en la zona para los supervivientes del seísmo, aseguró el portavoz de Unicef, pues muchas familias no tienen alimentos suficientes y equilibrados, además de que la mala calidad del agua que produce diarrea, y otras enfermedades que agravan la malnutrición.
«Si queremos que las comunidades vuelvan a ser independientes y saludables, necesitamos encontrar otras soluciones. No podemos seguir llevando agua allí con camiones cisterna todos los días. Necesitamos invertir en saneamiento de agua y estructuras que sean duraderas. Necesitamos rehabilitar los centros de ayuda en edificios sólidos y lo mismo con las escuelas», dijo Timme.
A los problemas de agua y de salud, el gélido invierno tampoco deja avanzar en la reconstrucción de infraestructuras básicas, como las más de 60 escuelas que quedaron completamente reducidas a escombros.