Redacción.- La rosácea es una de las afecciones de la piel que más incomoda a quienes la padecen.
Es que, a diferencia del acné, la rosácea causa rubor o enrojecimiento y vasos sanguíneos visibles en la cara. Además, puede producir pequeños bultos llenos de pus. Todos signos y síntomas que pueden aparecer durante semanas o meses y luego desaparecer por un tiempo, o exacerbarse ante determinadas condiciones climáticas o de temperatura.
Según definió el médico dermatólogo de la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD) Christian Sánchez Saizar (MN 97.895), “se trata de una enfermedad inflamatoria crónica de la piel, muy frecuente, que afecta a la cara, produciendo enrojecimiento y sarpullido con aspecto de acné, sobre todo en la zona central (mejillas, frente, nariz, alrededor de la boca y mentón)”.
Y tras describir que “también aparecen pequeñas líneas rojas debajo de la piel, que son dilataciones vasculares”, señaló que “es frecuente la inflamación de la nariz y el enrojecimiento de los ojos”.
A su turno, el médico dermatólogo y especialista en medicina funcional Lucas Ponti (MN 130388) sostuvo que “mucho se habla de la rosácea como condición de la piel, pero en realidad es una enfermedad que altera la función de las glándulas sebáceas con inflamación y alteración de los vasos sanguíneos de la piel de la cara”.
En el Día Mundial de la Rosácea, Ponti reconoció que “existe una predisposición genética y racial, que hace que las mujeres de pieles muy blancas sean más propensas a desarrollarla”, pero aseguró, además, que “el estilo de vida también puede llevar a desarrollar una rosácea”.
Así, según él, “la alimentación rica en ultraprocesados, el estrés, la falta de descanso nocturno, el sedentarismo, el exceso de sol y calor, y el consumo de alcohol son algunos de los detonantes” de esta condición.
En la misma línea, más que hablar de causas de la rosácea, Sánchez Saizar aclaró que “hay factores predisponentes, como la exposición solar, así como otras fuentes de calor, por ejemplo hornos, estufas, ducha caliente, etc. exacerban los brotes en las personas con esta enfermedad”.
“La rosácea es una condición inflamatoria que no sólo afecta la piel sino que se relaciona directamente con nuestra alimentación y hábitos de vida”, reflexionó en este punto la médica dermatóloga de la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica (AsoColDerma) Diana Forero.
Para ella, “la conexión entre la alimentación, la parte emocional y la piel cada día cobra más importancia denominándose ‘eje piel-intestino-cerebro’, así que tener tratamientos integrales en todos los niveles hará que se puedan manejar mejor los síntomas y mejoría de la rosácea”, según declaró en el sitio oficial de la entidad médica colombiana.
Al respecto, Ponti destacó que “lo primero y más importante para entender las claves de una piel sana es partir del concepto del ser humano como ser integral”.
“Muchas de las cosas que vemos en nuestra piel realmente no están en nuestra piel y ésta es solamente el reflector que nos avisa que algo no está bien -aseguró el dermatólogo-. La clave en la consulta es entender el origen de eso que se manifiesta en la piel, la causa”.
En ese sentido, ahondó: “La reacción inflamatoria que se produce en la rosácea lleva también a alterar la función primordial de la piel, que es la de ser una barrera de protección”.
“Esta barrera está compuesta por tres partes, una barrera físico química (células, lípidos, ceramidas y factor de humectación natural), una microbiológica (bacterias, microorganismos; el famoso microbioma) y una barrera inmunológica, las células de defensa -precisó Ponti-. Al alterarse esta barrera, la piel comienza a perder agua y se deshidrata”.
Así, lo primero que se verá es “a la piel grasa deshidratada, una piel de aspecto graso y tacto áspero por deshidratación; una piel sumamente sensible, debido a su alteración de la barrera”. “A esta situación se le suma el sobrecrecimiento de un parásito (Demodex folliculorum) que puede empeorar su grado con la aparición de granitos colorados con o sin pus (pápulas y pústulas) los cuales deben diferenciarse del acné”, describió Ponti.
Y tras asegurar que “antes de desarrollar todo esto, lo primero que se observa es la coloración rojiza de las mejillas, mentón, frente y/o nariz”, el especialista destacó que “todas estas señales no es más que la piel avisando que algún otro sistema del cuerpo está inflamado”.
En su mirada, “este cuadro se puede relacionar con alteraciones gastrointestinales, como colon irritable, SIBO, constipación, malnutrición, o bien falta de descanso nocturno, estrés en general, resistencia a la insulina e incluso alteraciones del estado de ánimo”.
Tipos de rosácea
Los especialistas definen cuatro subtipos de rosácea, dependiendo de la severidad de los síntomas. Una publicación del Colegio Ibero Latino Americano de Dermatología los describió como:
Subtipo I: Rosácea eritematotelangiectásica. Es la forma de presentación más frecuente de la rosácea. La lesión que la caracteriza es el eritema centrofacial difuso (ECD) y persistente. Cuando se presentan los brotes, el enrojecimiento transitorio o flushing exacerba la intensidad del ECD y puede presentarse con edema de grado variable.
Subtipo II: Rosácea papulopustulosa. Es la segunda forma de presentación más frecuente de la rosácea. Se caracteriza por la presencia de pápulas y/o pústulas eritematosas localizadas predominantemente en la región centrofacial y se acompaña de eritema centrofacial en grado de intensidad variable. Su curso es crónico, recurrente, en algunos casos severo, y se asocia con edema duro o blando a predominio de la región centrofacial. Las pápulas y/o pústulas y el edema se pueden presentar en otras zonas de la cara, sobre todo en áreas periorificiales y, menos a menudo, en tórax anterior. Las telangiectasias son menos comunes que en el subtipo I.
Subtipo III: Rosácea fimatosa. Es más frecuente en hombres que en mujeres. Se presenta como un engrosamiento de la piel, eritematoso y edematoso, en el estadio temprano inflamatorio. Progresa con proliferación de tejido fibroso y glándulas sebáceas, acentuación de los orificios foliculares con tapones de sebo y queratina que drenan un material untuoso, maloliente.
Subtipo IV: Rosácea ocular. Afecta por igual a hombres y mujeres. Es una patología frecuente subdiagnosticada: se estima que ocurre en 50% de los pacientes con rosácea, dependiendo de si los estudios fueron realizados por dermatólogos u oftalmólogos. La rosácea ocular no siempre acompaña a las lesiones cutáneas, a las cuales puede preceder hasta en 20% de los casos. Tanto los brotes como la gravedad de los síntomas de la rosácea ocular pueden ser independientes de los hallazgos cutáneos
En opinión de Sánchez Saizar, “es importante conocer los estadíos para ver el tratamiento ideal para cada paciente”. “En el estadío donde hay más lesiones inflamatorias, como las pápulas, hay que agregar algún tratamiento que puede requerir antibióticos, ya sea tópicos o sistémicos”, sostuvo.