Este jueves se cumplen 58 años del asesinato del dictador Rafael Leónidas Trujillo, el cual se produjo el 30 de mayo de 1961.
Este hecho fue la coronación de una conspiración tramada en el seno de varias influyentes familias. Se produjo en la avenida George Washington cuando el generalísimo como también se le llamaba, se dirigía a una de sus casas en San Cristóbal.
En esa vía fue sorprendido por un complot integrado por Salvador Estrella Sadhalá, Antonio Imbert Barreras, Antonio de la Maza, Huáscar Tejeda, teniente Amado García Guerrero, Roberto Pastoriza y Pedro Livio Cedeño, quienes alcanzaron el vehículo en que viajaba Trujillo y lo tirotearon, logrando terminar con la vida del tirano.
Pero su plan no fue del todo perfecto, porque después que se diera a conocer la noticia de que éste estaba muerto, los agentes del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) se lanzaron a buscar pistas y encontraron a muchos de los integrantes del complot.
La escena donde se produjo el ajusticiamiento de Trujillo no fue limpiada; se dejaron armas registradas a nombre de los conspiradores. El auto de uno de ellos también fue abandonado cerca del lugar del crimen, pero lo que más determinó el fracaso del plan fue que Pedro Livio Cedeño resultó herido de gravedad y fue llevado a una clínica donde posteriormente fue capturado.
Con la muerte de Rafael Leónidas Trujillo, se puso fin a una de las dictaduras más siniestras del Siglo XX.
Trujillo se caracterizó por ser un dictador cruel, quien perseguía y torturaba a sus opositores junto con los militares, según afirman algunos historiadores dominicanos.
El dictador mantuvo el control del cuerpo de oficiales a través del miedo. Usaba varios métodos brutales de tortura, entre estos, la silla eléctrica.
Durante su dictadura, Trujillo fue responsable de la muerte de más de 50.000 personas, según datos históricos.
Precisamente este método autoritario de Trujillo fue lo que provocó la ira de muchos dominicanos y decidieran acabar con su vida.